Esta es ya la séptima entrega que retoma la senda iniciada con la primera parte del análisis sobre el antisemitismo y la trascendencia negativa que en ese sentido tiene la práctica del “laissez faire et laissez passer, le monde va de lui même” (“dejen hacer, dejen pasar, el mundo va solo”) atribuida a los fisiócratas franceses del siglo XVIII.
He decidido ahora incursionar específicamente sobre aquel odio racial hacia el judío, pero circunscribiendo la temática al pasado y presente que el tema muestra en nuestra República Argentina.
Antecedentes de un odio injustificable
En apretada síntesis cabe mencionar que por aquella primera parte de mi labor, he intentado revelar al lector algunos de los hechos más significativos y desgraciados –lamentablemente- que ha mostrado la historia de la humanidad y que por cierto, resultan demostrativos en alto grado de entidad acerca de la práctica conspirativa antisemita.
Este proceder coloca al judaísmo y de suyo a los judíos, como el permanente chivo expiatorio, inculpando de este modo a los judíos a cualquiera de los principales males que el hombre ha experimentado durante el transcurso de los siglos.
Una saga documentada, digna de lectura
Sugiero desde mi más profunda sinceridad y respeto que, a los efectos de un mayor y mejor entendimiento, el lector haga un breve repaso de la mencionada primera parte de mi trabajo y entonces, seguramente espero, podrá tener una mayor y mejor perspectiva sobre el tema puntual que ahora desarrollaré.
Es mi franca intención, poder quitar todo tipo de verosimilitud en un sentido u otro, a la cuestión antisemita en la Argentina; despejar el velo o cortina de humo que siempre ciñe a la temática y por lo tanto, como lógica consecuencia, poder alcanzar una certeza objetiva con la cual, la ciudadanía se encuentre mejor posicionada para afrontar la problemática que vengo planteando sobre tan grave flagelo que estremece las entrañas más profundas del principio de libertad y como corolario, a la garantía que consagra la Igualdad del Hombre.
El bastión antisemita de las Américas
Tal vez y aun produciendo un adelanto de opinión, reconociendo y asumiendo el hecho de que desde la época colonial la Argentina ha sido el bastión antisemita en las Américas, ello otorgue la posibilidad de abrir los ojos y afrontar que, si ello es así, esto que ha ocurrido y sigue ocurriendo, se pueda de una vez por todas dejar de comulgar con la apatía y desinterés que implica practicar el “laissez faire et laissez passer”. Vale recordar –las veces que sea necesaria- que precisamente dichos elementos basados en la omisión “de hacer” frente al odio racial más antiguo de la historia humana, es decir el antisemitismo, constituye la puerta de entrada que indefectiblemente necesitan los sicarios de la xenofobia para desparramar a su antojo la propaganda conspirativa contra los judíos.
Es esa misma historia de la humanidad, la prueba más irrefutable y acabada que tenemos frente a nuestros ojos y que, desgraciadamente, parece ser rápidamente olvidada por el propio Estado Argentino, algunas de las principales organizaciones judías y de suyo, por buena parte de la ciudadanía en general sin distinción étnica, religiosa y/o espiritual alguna.
Un flagelo atemporal nos convoca
Es que, en ese sentido, no debe soslayarse jamás que el antisemitismo es categóricamente atemporal. Por lo tanto, frente a semejante flagelo social, constituye una cuestión clave el comprender que todos los actores antes mencionados deben extremar la voluntad de transitar con la máxima energía y rigor aquellos caminos que el marco legal otorga para reprimir lo que al día de hoy en Argentina, establece la ley como un claro y grave delito.
Nuestro país y muy tristemente, muestra una larga historia por la cual se desprende con claridad meridiana que han acontecido y siguen aconteciendo graves hechos antisemitas; entonces, frente a un Estado que preferentemente elige la omisión y por lo tanto la inacción y, frente a Instituciones que en lugar de ejercer al máximo sus derechos para acreditar la existencia delictiva y la individualización concreta de los responsables o asimismo, frente a ciudadanos individuales o grupales que resultan damnificados pero que sin embargo eligen acomodarse en el “sillón timorato”, no puede haber otro diagnóstico que el de predecir como el “leit motiv” del odio racial antisemita, seguirá produciéndose y con consecuencias francamente impredecibles, en cuanto a su gravedad.
La ética como valor imprescindible
En este sentido pretendo como judío y hombre del Derecho, ser lo más específico y concreto posible.
Nuestra sociedad ya no necesita tantas reacciones; la Argentina en relación al antisemitismo, necesita acciones.
Por ejemplo, el hecho de solo publicar twists de meros “repudios” pero sin formular las correspondientes denuncias penales, sin constituirse en querellantes particulares ejercitando dicha potestad en toda la completa y máxima entidad en el ejercicio de la fuerza jurídica, motorizando los procesos sin cesar hasta la obtención de las condenas correspondientes para los autores responsables, representa todo ello en definitiva, solo meras expresiones de repudio. Sin lugar a dudas, ese “dejo hacer, dejo pasar”, esa inacción que alimenta a la impunidad, es lo que –reitero- necesitan los detestables helmintos patógenos del odio, para continuar con su avanzada propagandista y conspirativa en contra de los judíos.